Si en tu corazón caminan
cien libres elefantes.
Si escuchas sus apabullantes pasos,
el ventarrón de orejas África,
las arrugadas monedas
grises de sus pulmones.
Si en tu corazón se refrescan
los jocundos machos,
en baños de barro y sangre.
Se duchan con sus trompas,
riegan tus latidos,
desatan la lluvia
tropical de la sabana;
palmeras, ríos.
Si en tu corazón emprenden
la majestuosa travesía,
las hembras,
soplan tus ventrículos,
husmean secretos arrinconados,
mastican amarulas, heno, pasto.
Si en el marfil de los colmillos
acerados,
se pintan los labios de violeta.
Seducen polvorientas
cuando regresan al rojo
puño amalgamado,
rociadas de la tierra
atesoran sus collares,
adentro de tus venas.
Si en tu corazón persiste
el barritar de los gigantes.
Descubres en sus cuerpos
los cuadros de Picasso.
Sientes la suerte danzar
con billetes enroscados
en la válvula de tu aorta.
Si en tu corazón berrean
los paquidermos bebés,
pasean protegidos
debajo de las barrigas de sus madres.
Te cautivan ojos indefensos
nadando en el pantano
granate de tu pecho,
donde aprenden a pararse.
Si en tu corazón bombea
la libertad de la manada,
el oxígeno transparente.
Rutilan cien trompetas,
la fauna de la selva:
entera, dominante.
Vos y tu amado,
besándose en ella
y adviertes los estruendos,
azules papagayos,
Entonces,
imperiosamente;
estás enamorado.
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